jueves, 15 de enero de 2015

“Las vísperas de Noche Buena, jungla adentro”

Somos transeúntes por este mundo,
Peregrinos del planeta, viajeros…
En el vaivén de la vida, tropezamos
Y en veces nos levantamos. 

Pero no olvidamos, no superamos…
Somos como alfalfa, todo lo absorbemos
Sí, lo bueno y lo malo, pero en demasía lo perjudicial.
Y damos desapercibidos nuestros orígenes…

No hay mejor lugar que, decía el sabio, estar alejado…
A kilómetros de la civilización, de la urbanización,
A años luz del estrépito infinito, incesante…
Del vértigo de la metrópolis, de la preocupación.

Por tanto, heme aquí frente a la naturaleza,
Mirando las constelaciones vis a vis, sin perder detalle,
Tal cual mirada de hito en hito…
Sintiendo el viento, envuelto por el aroma a arrabal.

Y la noche nos envolvió, entre pláticas, risas y sueños…
Tal cual la luna acoge a su planeta: ella sale a su encuentro.
La lumbre, el calor del fuego vivo, nos mantuvo seguros.
Y en la noche, todo ha sido silente: paz sin precedentes.

Al alba, el gran sol, ha salido a deslumbrarnos…
Y la orquesta de pajarillos, y demás animales, entonan juntos.
Siendo que su estrépito es estrambótico, extraño, pero loable.
Pero nada se equipara a la paz, el silencio, el viento que yace  en medio de la selva.


Mario Polanco Santos
16-01-2015


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